viernes, 23 de octubre de 2009

LOS HIJOS INFINITOS

Cuando se tiene un hijo.
Se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga,
y al del coche que empuja la intitutriz inglesa,
y al niño gringo que carga la criolla,
y al niño blanco que carga la negra,
y al niño indio que carga la india,
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo,se tienen tantos niños
que la calle se llena,
y la plaza, y el puente,
y el mercado, y la iglesia,
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella,
y cuando se asoma al balcón,
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega,
y las Meninas, y la misma enana,
y el Príncipe de Francia, y su Princesa,
y el que tiene San Antonio en los brazos,
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos,
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos que con las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan;
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda;
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera;
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima,
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos,
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas,
y ensangrentar las pelotas de goma,
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos,
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas.

Andrés Eloy Blanco

martes, 13 de octubre de 2009

Nostalgia

Ayer leia a Hector Galmes, un excelente escritor uruguayo de la generacion del 60.
En cierto capitulo el protagonista describe el barrio donde vivia su amanda. Muchas de las cosas que narra , yo las vivi en mi niñez, sin darme cuenta me llevo de la mano a mi viejo barrio de la infancia .

Entre de cabeza en mi viejo patio, con su embaldosado ,rodeada de las macetas de mi madre , y claro, no podia ser de otra manera , era verano , aroma a jazmines y a las flores de azahar del limonero, bajo el cielo verde

y tremulo de las hojas de la parra . La puerta del largo zaguan con su cancel, los paraisos floridos sombreando la calle.Mis hermanos, los niños de los vecinos y yo jugando hasta la noche en las anchas veredas . Las vecinas al anochecer sacaban sus sillas y perezosos a la acera para escapar del calor , vigilar los niños y ponerse al dia con el acontecer del barrio.

Todo era tan distinto...y tan lejano...

Por las mañanas, haciendo un ruido tremendo, pasaba el basurero, recogia las latas de basura (nada de bolsas de naylon) para volcarlas en un gran carro gris tirado por varias mulas.

Lo seguia, el vendedor de hielo, comprabas un trozo que llevabas envuelto en diario corriendo a la "heladera ".Te asegurabas de vaciar la bandeja que abajo de ella recibia el agua a medida que se derretia el hielo.

Luego se anunciaba a los gritos el panadero , temprano, llegaba con su jardinera tirada por un viejo caballito, rodeado del aroma de pan recien hecho.Recuerdo que a veces le cambiaba un canasto de uvas por bizcochos o una rosca de frutas.

Pasaba el verdulero, un tano rezongon, que al decir de las vecinas, tenia su balanza " arreglada".para despachar de menos.

Que se habran hecho de las las quintas,de los patios con claraboyas,de los tablados en las esquinas.En fin, el progreso se llevo todo eso, pero a veces, como anoche la nostalgia nos hace una visita .
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"El barrio donde ella vivia era de los mas alegres de la ciudad.Un aire claro chorreaba sobre las fachadas . Las puertas entreabiertas descubrian abigarramiento de macetas en las que crecian la cretona, el corazon de estudiante, el malvon,el esqueleto de caballo, la alegria y el culandrillo ; habia ancianos inmoviles, de venerable transparencia,dentro de los replandores que irrumpian por las claraboyas ; habia mujeres rollizas en los umbrales y niños que dejaban los juegos y las riñas cuando los vendedores de churros o de barquillos , cantaban su melopea bajo los platanos.La dicha que salia de las casas sabia a hojaldres y a manteca, a oregano fresco y a tomillo.Pasaban lavanderas con enormes atados de ropa sobre la cabeza. Ropa de viejos, de adolescentes, de niños, de putas y virgenes: el mundo encerrado en un trozo de cotin, tan limpio como descolorido ; el mundo perfectamente equilibrado sobre la cabeza jocunda, roja de vino e intemperie.Me paraba ante la puerta de hierro forjado como ante un limite magico. Tocaba el timbre y aguardaba a que la imagen deseada volviera a crearse en la penumbra distante de la sala, en el umbral de la cancel, entre los marmoles del zaguan, tras los vidrios de la puerta de calle donde la quinta de enfrente parecia sumergida en un acuario abandonado."

Hector Galmes.

Necrocosmos