lunes, 4 de mayo de 2009

Noseres


La mayoría de las personas sucumben en algún momento de su vida al solipsismo. "¿Y si yo fuera la única persona real?", piensan, "¿Y si todos los demás no fuesen más que androides sin alma? ¿Cómo llegaría yo a enterarme? Esta sensación resulta particularmente aguda en las ciudades, donde diariamente puedes pasar junto a un centenar de personas a las que nunca volverás a ver. Todo el mundo conduce sus vehículos en silencio, camina con prisa calle abajo y nunca (jamás) se miran a los ojos (de lo contrario "se provocarían"). En una sociedad basada en ignorar a los demás, no es extraño que empecemos a pensar que los que nos rodean no son reales.
Es muy poco frecuente que esta sensación sea acertada.
Sin embargo, ahí fuera hay gente sin alma. En cada ciudad grande puede haber, más o menos, una docena: parecen abrirse paso entre las grietas del universo y reflejarse en ellas; son reflejos de los que se ven obligados a existir debido a la irrealidad que nos proyectamos unos a otros cada vez que nos cruzamos por la calle y desviamos la vista. Reciben el nombre de "noseres", y son prácticamente inofensivos.
Los noseres no tienen recuerdos de su infancia y tampoco se reproducen. Simplemente, adquieren forma desde la nada, visten una sosa indumentaria de hombre de negocios y tienen currículos vulgares. No tienen rasgos memorables: tus ojos parecerán escurrirse lejos de su imagen. Pueden ser de ambos sexos, pero la mayoría de ellos son hombres. Consiguen empleos de oficinista y desempeñan su función tranquilamente, sin sorprender a nadie, hasta que un día son atropellados por un conductor que no advierte a tiempo su presencia. Otras veces desaparecen en el mismo olvido del que surgieron: el universo advierte su anómala presencia y, simplemente, los borra.
No son estúpidos ni pasivos. Sencillamente, no tienen alma. Pueden sentir dolor y placer físicos, pero carecen de emociones propias. Pueden fingir interés o simpatía casi igual de bien que el resto de la gente pero, normalmente, suelen vivir y morir (aunque quizá sea más apropiado decir existen) sin experimentar ni un solo sentimiento.
Texto original: Unknown Armies

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